¡Una fortaleza escondida en la belleza! Reporte en sitio del Castillo de Matsumoto
El Castillo de Matsumoto es uno de los doce torreones originales que aún se conservan en Japón. Construido a finales del periodo Sengoku, es el torreón de cinco niveles y seis pisos más antiguo que sigue en pie. Designado Tesoro Nacional, su marcado contraste en blanco y negro y su silueta imponente continúan cautivando a los visitantes.
Este artículo se basa en mi experiencia recorriendo el interior del torreón. Compartiré el ambiente y las impresiones que sentí, junto con fotografías e información de las exhibiciones. Ojalá te transmita el atractivo único del Castillo de Matsumoto, algo que solo se comprende al caminarlo.
Para conocer los puntos destacados del torreón del Castillo de Matsumoto, consulta el siguiente artículo:
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Debes descalzarte para acceder. En la entrada te entregan una bolsa para que lleves tus zapatos contigo durante la visita.
No se prestan zapatillas. Si te incomoda caminar sobre madera dura o quieres evitar el frío en invierno, se recomiendan calcetines gruesos o llevar capas de calcetines.
Si traes calzado de interior, evita las pantuflas u opciones que se salgan con facilidad: las escaleras son empinadas y concurridas, y podrían caerse e impactar a quien esté debajo. Opta por zapatillas de suela blanda con talón que no se salgan.
Nada más entrar, podrás ver el interior de la Pequeña Torre Inui.
Aquí comienza un pequeño viaje en el tiempo por el interior del torreón. ¿Qué nos espera? Con expectación y un leve nerviosismo, avanzamos hacia la primera planta.
Primera planta: el núcleo defensivo con musha-bashiri y troneras para lanzar piedras
Al poner el pie en la primera planta, lo primero que salta a la vista es la fila de pilares ordenados con regularidad.
Estos pilares, dispuestos cada 2 m aproximadamente, soportan el peso de todo el torreón. Por los restos de la distribución —un pasillo central y estancias a los lados— se piensa que esta planta servía como almacén de alimentos y municiones.
En el perímetro exterior corre un espacio estrecho llamado musha-bashiri, por donde se movían los soldados para la defensa y el desplazamiento rápido.
Desde las aberturas para lanzar piedras se puede mirar hacia abajo, y a través de saeteras y troneras para arcabuces se obtiene el ángulo de tiro al exterior. Estos ingenios defensivos conservados permiten experimentar la sensación real del combate, propia de un torreón original.
Segunda planta: valiosa exhibición de arcabuces y armaduras
Al subir a la segunda planta, el ambiente cambia y se abre un espacio expositivo. Aquí se alinean armas de fuego y armaduras utilizadas realmente en el periodo Sengoku, que invitan a imaginar a los guerreros que defendían el castillo.
Los arcabuces —principalmente de mecha— varían en calibre y forma, lo que refleja el desarrollo de las armas de fuego de la época.
También se exhiben pertrechos y armaduras que transmiten la fuerza de la batalla real.
Poder contemplar materiales históricos en el mismo lugar donde estuvieron aquellas personas es uno de los grandes atractivos de esta planta.
Tercera planta: la “planta en penumbra”, un piso oculto sin ventanas
La tercera planta, llamada Kurayamishige, es un nivel oculto que no se aprecia desde el exterior. No tiene ventanas; incluso de día reina la penumbra, con un silencio tenso.
Se cree que pudo usarse para ocultar tropas o como preparación para el combate. No hay exhibiciones: solo oscuridad y olor a madera.
Caminar por este piso sin luz produce la extraña sensación de estar respirando el aire del periodo Sengoku.
Cuarta planta: estancia del señor y la escalera más exigente hacia la quinta
Desde la oscuridad de la tercera, la cuarta planta se abre luminosa y amplia. El techo es alto y hay menos pilares, lo que acentúa la sensación de amplitud.
El acabado cepillado de vigas y marcos, y los detalles de tabiques y listones revelan un carácter residencial. Con cortinas o biombos podía dividirse en dos estancias y, en caso de emergencia, servía como sala del señor del castillo.
La escalera que conduce a la quinta planta es la más dura del torreón: contrahuella de unos 40 cm, muy empinada. Solo con mirarla impresiona. Subir, peldaño a peldaño, esta estructura de madera del periodo Sengoku es una experiencia propia del Castillo de Matsumoto.
La escalera es angosta y hay flujo en ambos sentidos; sigue siempre las indicaciones del personal.
Quinta planta: ventanas de guerrero y sala para consejos de guerra
Tras la luminosa cuarta planta, el ambiente vuelve a cambiar. La quinta cuenta con ventanas de guerrero en los cuatro lados, lo que permite dominar el entorno de un vistazo.
Se piensa que aquí se reunían los altos vasallos en caso de emergencia para evaluar la situación y trazar estrategias. De pie en este espacio silencioso y bañado por la luz, es fácil imaginar la tensión de aquellos tiempos.
No hay vitrinas; solo madera y ventanas. Esa sobriedad recuerda que el castillo era, ante todo, una fortaleza.
Sexta planta: la cima del torreón con vistas panorámicas a los Alpes del Norte
La sexta planta es el nivel más alto. Desde sus ventanas se contemplan la ciudad castillo de Matsumoto y, a lo lejos, los Alpes del Norte. En días despejados, la cadena montañosa se dibuja nítida, uniendo la grandeza de la naturaleza con una fortaleza de siglos.
A diferencia de otros torreones, el de Matsumoto no posee una galería exterior perimetral en la planta superior; las vistas se disfrutan solo desde las ventanas, un diseño práctico característico de los torreones originales conservados.
Con el paisaje extendiéndose ante ti, es fácil imaginar al señor del castillo contemplando la ciudad desde aquí.
Torre Tatsumi: frontera de estilos y valiosas exhibiciones
Desde la sexta planta se desciende hacia la Torre Tatsumi.
Aquí se exhiben piezas como cascos de infantería (zōhyōgasa) y anteojos de larga vista.
A diferencia del torreón —levantado en el periodo Sengoku—, la Torre Tatsumi es una ampliación del periodo Edo. No incorpora defensas como aberturas para lanzar piedras; refleja una era de paz en la que primó la funcionalidad cotidiana.
La diferencia de época también se aprecia en las ventanas. La Torre Tatsumi utiliza elegantes ventanas katōmado, típicas de la arquitectura de templos, priorizando el rango y la estética sobre la practicidad, rasgo propio del periodo Edo. El contraste entre el torreón bélico y la torre de un tiempo pacífico ilustra la evolución histórica del Castillo de Matsumoto.
Al bajar las escaleras, llegamos a la última: la Torre para Contemplar la Luna.
Torre para Contemplar la Luna: un pabellón para disfrutar noches en calma
Tras atravesar la Torre Tatsumi, se llega a la elegante Torre para Contemplar la Luna.
Se dice que la Torre para Contemplar la Luna fue añadida de manera urgente en 1633 por el entonces señor Matsudaira Naomasa para recibir al tercer shōgun, Tokugawa Iemitsu. Aunque la visita nunca se concretó, el pabellón ha perdurado como símbolo de la paz del periodo Edo.
Los lados norte, este y sur se abren al retirar los paneles, creando un ambiente diáfano que, junto con la galería bermellón y el techo en forma de casco de barco, contrasta con el carácter del torreón. Era un espacio para contemplar la luna y disfrutar banquetes, ajeno a fines bélicos.
Entre las fortificaciones que aún conservan una torre de contemplación lunar, destacan el Castillo de Matsumoto y el Castillo de Okayama. Matsumoto es el único cuyo pabellón está integrado al torreón, un rasgo singular que no debes perderte.
Del periodo Sengoku al Edo, y hasta hoy. Fin del recorrido
Desde la Torre para Contemplar la Luna, las escaleras te conducen a la salida. Aquí concluye la visita al torreón.
La bolsa para zapatos que recibiste en la entrada debe depositarse en el contenedor de recogida junto a la salida.
El torreón del Castillo de Matsumoto: 500 años de historia
El torreón de seis plantas y sus dos torres anexas requieren unos 45 minutos para recorrerse con calma.
Aunque su belleza exterior es muy conocida, al caminar por su interior se aprecian de cerca los mecanismos defensivos y las soluciones arquitectónicas concebidas hace siglos. Las escaleras empinadas, el piso oculto en penumbra, las exhibiciones de armaduras y arcabuces, y la vista de los Alpes del Norte desde la planta superior: cada elemento ofrece una experiencia propia de un torreón original conservado.
Las ampliaciones del periodo Edo —las torres Tatsumi y para Contemplar la Luna— aportan elegancia y reflejan cómo el castillo pasó de fortaleza a centro cultural.
Cerca de 500 años después de su construcción, el torreón del Castillo de Matsumoto sigue siendo un valioso testigo vivo de la arquitectura castral japonesa. Vale la pena visitarlo y sentir su presencia atemporal.